miércoles, 3 de noviembre de 2010

La tragedia divina de los cuatro mosquenahuales

ALBA DE LA TRAVESÍA

En un lugar que me da flojera mencionar, donde el vino es refresco Mirinda y Coca-Cola y las galletas Ritz son dinero, y cuyas fronteras se extienden mas allá que la tienda de la esquina, así es…un lugar donde las chicas lucen hermosos vestidos de doncellas, con faldas que les llegaban hasta arriba de la rodilla, donde los chicos visten con variedad, algunos uniformados trayendo consigo un simpático sombrero con una pluma saliente que se ondulaba por el viento al andar, otros portando fuertes armaduras plateadas adornadas con exóticas capas, otros con trajes elegantes de detalles invaluables solo por presumir y los últimos con ropas ligeras ideales para dar un paseo.
Y por ahí pasaba, aquel chico de cabello oscuro como la sombra pero suave como la nieve, debajo de un simpático sombrero café con una pluma de pavo real, llevaba puesto su siempre distinguido uniforme de mosquenahual que consistía en una camisa blanca de manga larga, pantalones oscuros, zapatos cafés y un jubón de color azul el cual tenía en la parte de enfrente el símbolo de los mosquenahuales, que consiste en la cabeza de un nahual bordada artísticamente con tela oscura rugiendo ferozmente.
El gascón se paseaba libremente con aire despreocupado observando con suspicacia a toda doncella bonita que se aventurara a pasar al lado del mosquenahual. Recorrió las calles de la gran ciudad a relajado paso, pero se detuvo al mirar a un par de doncellas hermosas a la vista aproximándose a él, con una sonrisa divertida tomo hábilmente la empuñadura de su espada y la desplego causando una asustadiza sorpresa de parte de las jóvenes al verse apuntadas por el arma del joven:

—Doncellas de blancura impecable —les dijo Maxtañan con aire galante—. Os ruego disculpen mi atrevimiento, pero me vi en la necesidad de congelar su avance con mi acero al notar su aura, tanta belleza debe ser un crimen —terminó Maxtañan causando una risa coqueta de parte de las jóvenes quienes siguieron su rumbo.

Como acabáis de presenciar, Maxtañan tiene, de cierto modo, algo de fama entre las doncellas del lugar, y con fama me refiero a que no hay mejor seductor que el ya antes mencionado gascón. El chico guardo su espada y siguió su rumbo relajadamente, pero sin motivo miro hacia un lado y sus pies se detuvieron como si de piedra se tratasen, ¿pero cuál puede ser el tan poderoso, sorpresivo y desconocido motivo para que Maxtañan se detenga cual estatua en su altar?
Una tímida sonrisa se formo en el rostro del joven junto con una embriagada mirada de amor, es cierto que Maxtañan tenía fama de acosar a las doncellas más bonitas del lugar, pero eso no es más que un inocente juego para aprender una que otra maniobra de romántica seducción, otorgándole el valor y la confianza de contemplar a la hermosa doncella que miraba en estos momentos, Veronik…
Aquella doncella se encontraba sentada en un banco de un tranquilo parque, ella tenía un exótico vestido de color azul marino con curiosos bordados oscuros en los bordes, su cabello era corto de un color oscuro similar al del joven mosquenahual. Veronik, sumida profundamente en su escritura, deslizaba suavemente una pluma entintada sobre el papel de un pequeño cuaderno en sus manos, con una silenciosa tranquilidad.
El chico se quito el sombrero e hizo una leve reverencia, y aunque la doncella no lo notase, sentía la necesidad cuando se encontraba cerca de la presencia de Veronik. Volvió a colocarse su sombrero y se quedo en un trance hipnótico contemplando en silencio a la bella joven, mientras suspiraba suavemente al momento en que su corazón aceleraba su tamborileo:

—¡Ser más perfecto y bello que tu no puede existir! ¡Oh sombrío enigma del pasado! ¿Llegara el día en que aparezca una fémina divina que haga que mi corazón lata con bravura? ¡Maldita la hora en que llegue a dudarlo! Tu…Veronik, llegue a pensar que tú eras una de tantas locuras que se colaron en mis pensamientos, ¡Pero dichoso y glorioso el momento en que mis ojos color café chocolate abuelita te avistaron por primera vez! —hace una pausa, mira al cielo pensativo—. Curioso… ¿habrá sido la suerte la que hizo que nuestros caminos fueran tan similares? ¿Habrá sido el destino quien junto nuestros caminos?, lo ignoro, no importa la razón, mas importa que hallas llegado a mi vida…tu…mi arquera valentina, ya que al contemplar tus ojos, tu mirada me flecho el corazón de amor eternamente —pauso una vez más, volteo hacia Veronik mientras su mirada se tornaba intensa—. ¡Le diré! ¡Rómpanse cadenas que me atan al silencio! ¡Muere sombra siniestra que se fortalece con mi miedo! ¡Basta de retroceder! —a paso decidido caminó hacia donde estaba sentada Veronik, se arrodillo ante ella y sin dudar, poetizó con valentía—. ¡Oh ángel de hermosura sobredivina! Tu, ser que posee una sonrisa de belleza que antes creía irreal, querubín que iluminas mi ensombrecido sendero con la luz que emanan tus cristalinas plumas en las majestuosas alas de tu presencia…yo, Maxtañan, profano estas verdades con el fin de que la melodía de mi amor sea escuchada como eco en tu corazón… ¡Imposible amor más grande que el que mi espíritu me permite amarte solo a ti! Un amor sin rival, un amor que solo te dedico a ti, teniendo la esperanza de que estas próximas palabras lleguen a tocar tu alma…Veronik…mi bella Veronik… ¡Te amo! —dijo mirándola con una sincera sonrisa.

Veronik siguió escribiendo en silencio, Maxtañan la miro dudosamente al ver que su doncella angelical no emitió palabra alguna, ella alzo ligeramente la vista viendo al joven mosquenahual haciéndolo sonreír pensando que Veronik correspondería sus amorosas palabras, pero en lugar de eso dejo de escribir moviendo sus manos hasta su cabeza…quitándose sus audífonos:

—Hola Maxtañan —dijo tranquilamente Veronik—. ¿Deseáis algo?
—Emm… —el joven gascón se quedo petrificado—. Este…yo…
—¿Si? —pregunto Veronik.
—Yo… —la miro directo a los ojos—. …Me alegra verte Veronik —dijo Maxtañan apenas esbozando una sonrisa y levantándose—. Que tengas buen día —compartieron una rápida mirada cortés y el joven retomo su paseo a lento andar.

Veronik sonrió tiernamente viendo al joven alejarse, se puso de nuevo sus audífonos concentrándose de nuevo en su escritura.
Maxtañan caminaba con el ánimo por los suelos por lo sucedido, Veronik no había escuchado las palabras del joven y cuando ella estaba dispuesta a escucharle, decidió guardar sus sentimientos al ver que era un momento inapropiado para decírselo por lo que opto por un cortés saludo y despedida.
Anduvo sumido en sus pensamientos sintiendo la dulce brisa del atardecer acariciar con suavidad su rostro, escuchando el cascabeleo de las hojas que se rosaban unas con otras en las ramas de los arboles, el gascón se detuvo un momento para admirar tan deliciosa sinfonía de la naturaleza, la avivada luz, el dulzor del viento, la rica tranquilidad, saboreo aquella orquesta momentánea hasta que reanudo su camino.
Los pasos del joven mosquenahual lo llevaron hasta las cercanías de una taberna muy conocida, “la cava, los dragones”, caminó hasta la entrada del lugar, necesitaba un pequeño descanso después de tanto andar. Abrió la puerta y todas las miradas se concentraron en Maxtañan, pero al ver que se trataba de un mosquenahual, decidieron seguir en sus asuntos, se dirigió al fondo del lugar sentándose en un viejo banco y apoyándose en la barra de clientes:

—Una Coca-Cola, por favor —pidió cortésmente poniendo en la barra tres Ritz.
—Claro Maxtañan —dijo Cecil amablemente poniendo un pequeño vaso lleno de Coca-Cola frente al joven. 
—Gracias —dijo empezando a beber del vaso hasta terminar—. Otro…por favor.
—Sale otra Coca-Cola —dijo Cecil sirviendo otro vaso.
—¡Oye! ¡Maxtañan! —grito una voz conocida para el joven haciendo que el mencionado volteara.
—¡Muchachos! —exclamo Maxtañan alegremente.

Al otro lado de la taberna, en una mesa del rincón, sentados estaban tres individuos que portaban uniformes similares al de Maxtañan.
El joven tomo su vaso y caminó hacia la mesa donde los tres chicos le esperaban, tomo un lugar al lado de su humorístico compañero mosquenahual y mejor amigo Marcuos. El mencionado tenía más o menos la misma estatura que Maxtañan, su cabello era corto de color castaño oscurecido y ojos cafés oscuro, de mirada sonriente y amistosa, teniendo sobre su cabeza un sombrero con una pluma de ave color rojizo.
El presente gascón miro a los otros dos en la mesa, uno de ellos, de estatura mediana en comparación de los últimos dos ya mencionados mosquenahuales, pertenecía al nombre de Adanis, con cabello negro y ojos café oscuro, con mirar apagado y sonrisa cortés, llevando un sombrero oscuro con una pluma color chocolate.
Y por ultimo pero no menos importante, el mosquenahual más alto en estatura de los cuatro, Brandthos, de cabello oscuro y corto, dueño de una mirada fuerte y preparada pero a la vez amistosa, poseedor de un sombrero oscuro como la noche con una pluma curiosamente de color purpura. Una vez que los amigos se saludaron entre sí, iniciaron una conversación:

—¡Que grata sorpresa veros de nuevo! ¿Qué estáis haciendo por aquí? —pregunto Maxtañan.
—Acontece que los tres nos encontramos por casualidad en esta misma calle —dijo Adanis—. Al ver la taberna cerca decidimos entrar y conversar un poco.
—Ya veo —dijo Maxtañan para luego beber de su vaso precipitadamente.
—¿Estas tomando? —pregunto Brandthos.
—Coca-Cola, ¿Por qué? —pregunto antes de empinarse el vaso terminándose la bebida en el.
—Pero mi querido amigo —dijo Marcuos. ¿Qué sucede? Tú nunca bebes de esa manera, ¿acaso esta acción tuya encaminada sin duda a una inconsciencia mental, relacionada esta con algún indicio de tristeza en tu alma? —termino Marcuos.
—Pues… —dijo Maxtañan bajando un poco la mirada—. Si.
—¿Qué te ha ocurrido? —pregunto Brandthos.
—…Me encontré con Veronik minutos pasados —dije apagadamente.
—Ah sí, aquella curiosa doncella a la que juraste amor eterno… ¿y siendo así lo dices con ese ánimo? ¿Realmente amáis a Veronik? ¿O solo serán palabrejas tuyas? —dijo Adanis en tono burlón.

Maxtañan se levanto de golpe de su asiento mirando con enojo a Adanis, si había algo que realmente ofendía y enfurecía a nuestro joven pelinegro, era que un individuo tuviera el atrevimiento de burlarse o dudar abiertamente de su amor hacia su doncella Veronik, y todo aquel que lo ha hecho, ha recibido en respuesta una demoniaca estocada justo en el corazón.
Maxtañan tomo la empuñadura de su espada dispuesto a desenvainarla, pero Brandthos lo detuvo en el último momento logrando calmarlo al igual que Marcuos calmo a Adanis quien estaba dispuesto a desenvainar su propia arma. Maxtañan volvió a sentarse y Brandthos tomo la palabra:

—Mi amigo Adanis, seguramente entre ellos aconteció un momento en especial por lo cual nuestro amigo Maxtañan lo ha mencionado en aquel tono —le dijo Brandthos en tono solemne.
—Más acertado no puedes estar mi querido amigo —dijo Maxtañan.
—Decidnos, ¿Qué ocurrió? —pregunto Marcuos.
—Cuando tuve la dicha de encontrarme con Veronik, decidido estaba a confesarle mi amor, pero…al final de decir todo lo que sentía por ella…supe…que tenia los audífonos puestos —dijo Maxtañan con gesto adolorido, escuchando luego las animadas carcajadas de sus colegas —. ¡¿Qué demonios tiene de divertido?!
—Ay de ti amigo, que suerte la tuya —dijo Adanis—. Nunca esperes ver a la casualidad y al amor tomadas de la mano, siempre estará una después de la otra, y es preferible la casualidad primero que el amor, tómame a mí como ejemplo —dijo Adanis sonriendo con confianza—. Gracias a la casualidad conocí a mi amada Ana luisa, y luego llego el amor entre nosotros, en tu caso, confesaste todo lo que sentías por ella, pero por una mala casualidad, se rompió aquella magia que se había formado.
—Nuestro diplomático Adanis tiene razón, al igual que él, Selene llego a mi vida y nuestro amor floreció venciendo toda adversidad para poder estar juntos —dijo Marcuos.
—Y no hace falta decir cuánto es el amor que le dedico a mi dulce doncella, Aline —dijo Brandthos—. Ya que todos habéis oído sobre nuestro indudable amor.
—Dichosos sois en el amor amigos míos —dijo Maxtañan—. Es tanto el amor que se desborda entre ustedes y sus doncellas que hasta casi tendría el atrevimiento de deciros que os envidio —bajo la vista por un momento, pero luego la alzó sonriendo con orgullo—. Pero no…porque yo también me siento dichoso, dichoso con tener la amistad de mi amada, y aun espero el anhelado día en que mi puro amor sea correspondido  por la doncella más hermosa de todo Francitlan…la única doncella que amo…Veronik.
—Tiempo al tiempo amigo mío, tiempo al tiempo… —le dijo Brandthos a Maxtañan apoyando una mano en su hombro sonriéndole amistosamente.

En ese momento la puerta del lugar se abre ruidosamente de una fuerte patada, el ambiente de amistad de los cuatro mosquenahuales se ve estropeado por la escandalosa entrada de cuatro individuos a la taberna. Uno por uno entro al lugar haciendo rechinar el metal de sus fuertes armaduras, teniendo un yelmo cada uno que ocultaba sus rostros.
Estos individuos siempre traían sus armaduras puestas, ocultando su verdadero ser bajo ese impenetrable metal, sintiéndose superiores a los demás, ya que aquellos caballeros tenían fama de altanería y arrogancia, además eran conocidos rivales de los mosquenahuales. Había una estatura extrañamente idéntica entre ellos que casi igualaba la de Brandthos, pero cada uno de aquellos cuatro caballeros era distinto en apariencia, tanto en color de la armadura como en su forma.
Uno de ellos portaba una armadura carmesí oscuro, los dedos de sus metálicas manos terminaban en garras, y una de ellas sostenía una fuerte y afilada moto sierra del mismo color que su armadura, llevando un yelmo con puntiagudos cuernos que le daban un aspecto más amenazador.
Otro de ellos tenía una armadura de un blanco nevoso, sosteniendo con una mano una fuerte hacha de color plateado. Otro vestía una armadura de color negro como la noche, portando en manos un par de grandes y afiladas guadañas. Y el último caballero llevaba una armadura color arena portando una afilada espada.
Los cuatro caballeros caminaron con aire de superioridad con la vista fija en donde se encontraban los cuatro mosquenahuales. Brandthos, Marcuos y Adanis se levantaron de la mesa observando con seriedad a aquellos caballeros con el pensamiento de que no estaban solo de paso, mientras que Maxtañan veía confundido a sus colegas, pero al final opto por imitar a sus amigos y levantarse de su asiento:

—Vaya, vaya, vaya, pero si son los mosquenahuales —dijo el caballero carmesí con burla—. Así que, es aquí donde la basura se acumula.
—Cuidad tus palabras… —le dijo Brandthos seriamente apretando la empuñadura de su espada.
—¿Quiénes sois? —pregunto con firmeza Maxtañan a los cuatro caballeros.
—¡Y miren! —dijo el caballero blanco—. Hay una nueva basurilla entre la inmundicia mosquenahual.
—¡Mi nombre es Maxtañan! —dijo el gascón con algo de enojo al haber sido insultado el nombre de la tropa a la que pertenecía—. Y sí, soy nuevo, apenas me integre hace unas semanas a la guardia de mosquenahuales, pero no me habéis respondido ¿Quiénes sois vosotros?
—Un primerizo ¿he? —dijo el caballero carmesí—. Notando que no sabéis quienes somos, permitidnos presentarnos, mi nombre es Ussac.
—Yo soy Ahusac —dijo el caballero blanco.
—Mi nombre es Scarat —dijo el caballero negro.
—Por último, yo soy Atrel —dijo el caballero de la armadura color arena.
—Somos parte de la caballería real al servicio de su majestad, el rey —dijo Ussac—…Y por desgracia, vosotros también, ¡Que desperdicio!
—¿Qué queréis decir? —pregunto Maxtañan algo molesto.
—Según tenéis entendido, al menos la mayoría de vosotros —dijo Ussac—. la caballería real se formo con un solo propósito; proteger, y aun así varias vidas han sido arrebatadas por el caos que amenaza nuestra gran ciudad, por lo que el rey junto a varias personas dispuestas a defender bautizándolas como la guardia mosquenahual…pero vosotros…han sido un desperdicio.
—Me temo que no llego a comprender tu aberración hacia nosotros —dijo Maxtañan confundido—. Si estamos aquí con el mismo fin.
—Exacto mi querido Maxtañan, no me has comprendido, antes pensaba lo mismo que vos —dijo Ussac—. Pero vosotros se la pasabais fanfarroneando sobre su cargo como mosquenahual, les interesaba poco el inocente, solo gozaban de sus privilegios ante su posición, ¡Vosotros no debéis sentirse especiales por portar ese uniforme! No resultaron distintos al resto de personas que juramos defender, y tampoco lo sois ahora…no sirven para nada.  
—¡Amigos míos! —dijo Maxtañan—. ¿Permitiremos que unos bellacos cualquiera nos hablen así?
—¡NO! —dijeron al unísono los cuatro mosquenahuales desenvainando sus espadas.

Las demás personas en la taberna retrocedieron todo lo posible dejándole espacio a los ocho combatientes, estando conscientes que pronto se desataría un gran combate:

—Estas cometiendo un grave error, imprudente gascón —dijo Ussac—. Creo que olvide decirle a su joven amigo, como nos llaman a nosotros cuatro…
—¿Y cómo se hacéis llamar vosotros que sea tan importante como para decirlo antes de batiros? —dijo Maxtañan.
—Nos llaman… ¡Los cuatro jinetes de la apocamadre! —dijo orgullosamente Ussac.
—… ¿Y…porque se llaman así? —pregunto dudoso Maxtañan.
—¡Porque peleamos! ¡A POCA MADRE! —dijeron todos los caballeros en coro abalanzándose contra los mosquenahuales.
—¡ATACAD! —grito Brandthos contraatacando a los caballeros junto a sus amigos.

Los mosquenahuales y los jinetes se embistieron mutuamente dando inicio a un fiero combate. Brandthos se enfrento a Ahusac, esquivando sus poderosos hachazos intentando contraatacar. Marcuos choco su espada contra el metal de las guadañas de Scarat. Adanis se enfrento a espadazos con Atrel ferozmente. Y en cuanto a nuestro joven Maxtañan cruzo su espada contra la moto sierra de Ussac.
La batalla se veía rivalizada, el agudo sonido del afilado metal chocar entre si no cesaba ni un segundo, los mosquenahuales se entregaban a la lucha con bravura y valentía contra sus adversarios, tal arrojo era admirado por las demás personas en la taberna, las cuales estaban asombradas por la lucha. A pesar de que las armas de los jinetes eran más grandes, los mosquenahuales no retrocedían en lo más mínimo, pero a pesar de los ataques que lanzaran contra sus enemigos, estos parecían no surtir efecto por culpa de aquellas gruesas armaduras que vestían.
Brandthos se agacho esquivando un ataque de Ahusac haciendo que su hacha se clavara en un muro de la taberna, por lo que aprovecho atacándolo con su espada, pero Ahusac detuvo el ataque con una mano gracias a su armadura, llevando más fuerza al agarre hasta el punto que logro partir la hoja de la espada de Brandthos, la tiro al suelo y luego le propino un fuerte golpe a Brandthos en su estomago, luego le propino otro en el rostro derribándolo mientras Ahusac desencajaba su hacha del muro. Marcuos bloqueo con su espada ambas guadañas de Scarat, luego de un empujón con su espada logro quitarse de encima las armas de su enemigo y hacerlo retroceder teniendo la oportunidad de atacar, pero Scarat en un ágil movimiento, logro atrapar la espada de Marcuos cruzando el filo de sus guadañas como si fueran unas tijeras, y haciendo uso de su fuerza, de un movimiento partió la espada de Marcuos, luego le propino una fuerte patada en el estomago y derribándolo de un último golpe. Adanis se defendía de los ataques de Atrel, pero este último era muy rápido, tanto que con cada ataque realizaban un veloz giro atacando desde varios puntos a Adanis, pero la intención de Atrel era otra. Con tantos ataques a su espada, pensó que era el momento, dio un veloz giro realizando dos vueltas aumentando su velocidad, y en la última vuelta choco su espada con la de Adanis y por la potencia del choque, la espada de Adanis fue destruida haciendo que este retrocediera, y aprovechando la velocidad alcanzada, le dio una fuerte patada a Adanis en un costado y finalmente lo embistió lanzándolo contra un muro y derribándolo.
El único en pie era Maxtañan chocando su espada contra la moto sierra de Ussac, la batalla parecía pareja entre ellos, a pesar de que el jinete Ussac tenía más experiencia, Maxtañan era intrépido y decisivo en sus ataques, cualquiera de ellos podría ganar, o al menos eso parecía, porque Ussac planeaba algo:

—Por favor, ¿en serio creéis que puedes vencer? —dijo Ussac bloqueando un espadazo de Maxtañan.
—¡Dejad que sea tu arma la que hable! —le dijo Maxtañan mientras seguía luchando.
—Me parece una esplendida idea, solo te recuerdo aficionado gascón, que no es un duelo de espadas como los que hacen ustedes, es espada contra sierra —dijo jalando la cuerda del motor, encendiéndolo mientras la cadena empezó a girar velozmente cortando fácilmente la espada de Maxtañan—. Y sierra le gana a espada.

Ussac remato dándole un fuerte golpe a Maxtañan en el rostro lanzándolo contra una mesa y derribándolo haciendo que su rostro chocara contra el suelo, los cuatro jinetes de la apocamadre no se anduvieron en contemplaciones, tomaron a los cuatro mosquenahuales y fácilmente los arrojaron fuera de la taberna riéndose abiertamente de ellos, cerraron las puertas de la taberna dejando a los mosquenahuales a la intemperie de la fría noche. Lentamente los cuatro se pusieron de pie sintiendo sus cuerpos adoloridos, se vieron entre ellos por un momento y luego empezaron a caminar sin rumbo por las frías calles de la ciudad.
Caminaron por varias horas hasta que el cansancio les gano y se detuvieron en un parque para reunir fuerzas, se hizo el silencio entre ellos por varios minutos en donde nadie sabía que decir al respecto, cada uno se sentía terrible, y no por el hecho de sentirse adolorido, sino porque fueron derrotados humillantemente por aquellos jinetes, lucharon con valentía y aun así fueron fácilmente vencidos poniendo en duda la fuerza de los mosquenahuales y poniendo en prueba lo que dicen los cuatro jinetes de la apocamadre…que son obsoletos…
Maxtañan observo a los demás, con las cabezas gachas y una expresión de decepción en sus rostros con varios atisbos de tristeza, opto también por agachar la cabeza y guardar silencio por unos minutos más:

—Quizás tengan razón —dijo Brandthos de la nada.
—¿Qué? —pregunto Maxtañan confundido.
—Destruyeron nuestras armas fácilmente —dijo Marcuos con decepción.
—Incluso luchando nos derrotaron humillantemente —dijo Adanis con tristeza.
—Somos obsoletos —dijo Brandthos con derrota.
—¡Brandthos! ¡¿Qué insinuáis?! ¿Es acaso la rendición lo que escucho en tu voz? —dijo Maxtañan sorprendido por la actitud derrotada de su amigo.
—No es rendición Maxtañan —dijo Brandthos mientras se levantaba—. Es enfrentarse a la realidad.
—¿Realidad? ¿Pero de que habláis? —pregunto Maxtañan sin entenderle a su amigo.
—Abre los ojos —dijo Adanis levantándose—. ¿Por qué creéis que somos los únicos mosquenahuales en todo Francitlan? ¿Por qué creéis que los otros renunciaron a la guardia?, ¡Es porque los otros mosquenahuales entraron en razón! Los caballeros del rey tienen razón, solo estamos de mas…solo somos un estorbo…
—¡Maldición! ¡No puedo oíros! —dijo Maxtañan con enojo—. ¿Cómo os atrevéis a pensar en eso? ¿Qué ha cruzado por vuestros corazones para que digan tales palabras? Escuchadme bien, solo hay una razón por la cual somos los únicos mosquenahuales, y esa razón no es otra que…no nos hemos dado por vencidos, no estamos de mas y no somos mucho menos un estorbo, seguimos y seguiremos siendo mosquenahuales demostrando que no nos rendimos a la primera derrota, porque derrotas siempre habrá, pero no son motivo para escondernos en la sombra de la rendición, todo lo contrario, es motivo para impulsarnos a seguir luchando, apenas llevo unas semanas vistiendo el uniforme de mosquenahual, y en ese tiempo he visto en vosotros todo lo contrario a ser obsoletos, ¡He visto fuerza y decisión en vosotros amigos míos! ¡Sois capaces de mucho! Siendo así…olvidaos de la idea de rendiros —hubo silencio por un momento, pero luego los tres mosquenahuales bajaron la vista una vez más—. Amigos…
—¿Acaso es la imagen de la derrota misma lo que mis ojos ven? —dijo una voz cerca de ellos.

Los cuatro mosquenahuales dirigieron su vista hacia dónde provino la voz después de pronunciar aquellas palabras, encontrándose con la figura de un tipo envuelto en una túnica de color café oscuro:

—¿Quién sois vos? —pregunto Marcuos.
—Oh, nadie de importancia, solo estoy de paso, pero no pude evitar fijarme en el melancólico momento en que estaban vosotros —dijo el misterioso personaje—. Lamento haberos interrumpido, pero aprovechando que tengo su atención, quizás puedan ayudarme, me encuentro un poco perdido en esta ciudad, estoy buscando a unos valientes individuos llamados los mosquenahuales ¿los habéis visto?
—Los tienes frente a ti —dijo inexpresivamente Adanis.
—¿Vosotros? ¿Sois vosotros los mosquenahuales Brandthos, Marcuos y Adanis? —pregunto con curiosidad el encapuchado.
—Estáis en lo correcto, y yo soy Maxtañan, me integre a los mosquenahuales apenas hace unas semanas —dijo el joven gascón.
—Vaya, esto es una sorpresa —dijo el encapuchado pensativo—. Así que lo que me contaron en la taberna de hace poco no es una mentira.
—Sí, lo que habéis escuchado en aquella taberna es cierto, nos derrotaron humillantemente —dijo Brandthos algo irritado—. ¿Qué deseáis? ¿O acaso venís a burlaros de nosotros?
—De ningún modo amigo mío —dijo el encapuchado—. No os buscaba con la intención de importunaros, mucho menos de burlarme, los buscaba con la intención de entregaros un aviso.
—¿Un aviso? —pregunto Maxtañan.
—Sí, debo comunicaros que unas doncellas fueron secuestradas —dijo el encapuchado.
—¿A qué doncellas secuestraron? —volvió a preguntar Maxtañan.
—Fueron cuatro, recuerdo el nombre de una…se llamaba Veronik —le dijo el encapuchado.
—¡¿Qué?! —dijo Maxtañan alterado—. ¡Miserables cobardes! ¿Quiénes osaron realizar tal acto? —replico Maxtañan con enfado.
—…Los ensombrecidos —dijo el encapuchado seriamente.
—¡No puede ser! —dijo Marcuos levantándose—. ¡Eso es imposible!
—¿Quiénes sois aquellos que mencionaos? —pregunto Maxtañan.
—Los ensombrecidos…son horribles demonios de la oscuridad, seres espantosos que solo habitan de noche, terroríficas criaturas cuya única diversión y afán es atormentar a los humanos con sus peores temores, haciéndote perder la fe en vos mismo hasta ser rodeado por sus sombras de tristeza empezando a morir lentamente, torturándote con pensamientos de muerte y desesperanza hasta volverte loco y olvidar quien eres, seres que disfrutan de tu agonía y sufrimiento, atacando con suprema crueldad a todo aquel que los enfrenta, riendo a carcajadas mientras descuartizan tus sueños con lentitud y devoran tus sentimientos, aquellos seres de fría maldad, aquellos asesinos que masacran la bondad…aquellos…los ensombrecidos —dijo Adanis en tono poético, los demás aplaudieron ante lo que dijo y este hizo una reverencia en respuesta.
—Pero no lo entiendo, pensé que todos aquellos seres no existían —dijo Marcuos.
—Mientras exista oscuridad, esos seres vivirán —dijo Brandthos seriamente.
—Lo que no me explico es porque secuestraron a Veronik —se debatió Adanis.
—¡Eso no tiene importancia! —dijo Maxtañan—. ¿Dónde habitan estos malignos seres?
—Los ensombrecidos habitan en un solo lugar…en el castillo de la penumbra —dijo el encapuchado.
—Entonces es momento de ir a ese lugar y enfrentaros a esos diabólicos adversarios para rescatar a las doncellas —dijo Maxtañan con decisión.
—Suerte Maxtañan —dijo Brandthos comenzando a irse.
—Cuidaos —dijo Adanis imitando a Brandthos.
—Enviadnos una postal —dijo Marcuos siguiendo a Adanis y a Brandthos.
—Me parece que olvide mencionaros que las otras tres doncellas corresponden a los nombres de Aline, Selene y Ana luisa —dijo el encapuchado.
—Estamos contigo Maxtañan —dijeron Brandthos, Marcuos y Adanis volviendo a estar cerca de Maxtañan.
—Prestad atención nobles aventureros —dijo el encapuchado—. Debéis realizar un largo viaje, recorred mas allá de las fronteras de Francitlan, cruzad el infierno desértico, llegad y atravesad el purgatorio pantano, caminad por el paraíso perdido, y luego avistaran a lo lejos el castillo de la penumbra, seguid los letreros, no tenéis pierde.
—Preparaos mis amigos para la aventura que nos aguarda —dijo Maxtañan decididamente—. ¡Os juro que no me detendré ante nada hasta rescataros mi amada Veronik! Aguardad mi llegada, porque al estar junto a mis colegas, no hay fuerza maligna que sea capaz de frenar nuestro paso ¿verdad amigos? —nadie estaba a su alrededor—. ¿Amigos?
—¡Oye Maxtañan! —le aviso Marcuos a lo lejos—. Dejad de hablar solo y apuraos, que es un largo viaje el que nos espera.
—¿Qué? —dijo Maxtañan al ver que sus amigos caminaba a lo lejos, al parecer no lo esperaron—. ¡Oigan! ¡Esperadme! —dijo empezando a correr para alcanzar a sus amigos y dar inicio a su travesía.

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