Hace mucho tiempo, en el antiguo reino de Shartax había una gran rivalidad entre dos poderosos dragones.
Cada vez que uno se encontraba con el otro, iniciaba una mortal pelea en la cual ambas criaturas mitológicas resultaban heridas.
Al paso de los años, las dos feroces bestias continuaban con su eterna pelea, pues querían demostrar cual de los dos era el más fuerte.
Un día uno de los dragones, que había salido a meditar de lo ocurrido, se preguntaba: “¿Por qué peleaba?”, reflexionando que al estar combatiendo con su rival, solo causaba más destrucción…
Llegando un momento que su mente comenzaba a dolerle, la razón se vuelve su sabiduría, pues lo que estaba haciendo lo que estaba haciendo no era lo correcto, decidiendo que era tiempo de terminar esta eterna rivalidad.
Al día siguiente, el dragón volaba con intensa pasión por los cielos, disfrutando su bellaza… hasta que su rival lo ataca sin previo aviso.
Queriendo evitar una nueva pelea, el dragón extiende sus alas con toda magnitud, expresando una tregua, en el cual su oponente acepta al no atacarlo.
Una vez habiendo tranquilizado al contrincante, el dragón dice:
“¿Por qué seguimos luchando? No llegaremos a nada… nadie es mejor ni peor en lo cual nos convierte en iguales”
Así, ambos dragones se reconcilian, dándose cuenta que un combate solo causaba muerte y dolor.
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