jueves, 28 de octubre de 2010

Juguetes en las sombras


En honor del grandioso día que se acerca, espero sea de su agrado…

Feliz dia de muertos

La película pasaba velozmente mientras yo bostezaba al verla, nunca entenderé las películas de terror, en ellas siempre se escucha un sonido extraño en un lugar sombrío, y no falta el chico o la chica que tontamente van a revisar y… ¡Zas!, la victima termina decapitada de un machetazo, antes me daban mucho miedo esta clase de películas, pero ahora se me hacen muy predecibles.

Apague la televisión…carece el verdadero terror.

De pronto las demás luces de la casa se apagaron inexplicablemente, suspire de cansancio mientras me levantaba del sillón y me dirigía a la cocina. En cuanto llegue me puse a buscar unas velas para poder alumbrarme, pero me era difícil porque no podía ver casi nada, y fue peor cuando tropecé por culpa de algo en mi camino, me levante y tome el pequeño objeto entre mis manos el cual me pareció que era una pequeña muñeca, ¿Qué hacia una muñeca aquí?  A lo mejor era de mi hermanita:

—¿Quieres jugar conmigo? —dijo una voz en la oscuridad.
—¿Qué? —dije sorprendido—. ¿Quién anda ahí?
—¿Quieres jugar conmigo? —volvió a preguntar la voz en un tono más infantil.

Mire a mí alrededor encontrando solo oscuridad, pero logre distinguir una sigilosa sombra pasando cerca mío, lo cual me tomo desprevenido haciéndome retroceder:

—¿Quién eres tú? —dije algo nervioso.

Entre la oscuridad logre divisar que la sombra salía de la cocina, inmediatamente la seguir y pude ver perfectamente una silueta en el centro de la sala, peinaba un par de simpáticas coletas y por lo que pude alcanzar a ver, vestía un curioso vestidito completo con falda, hasta pude distinguir que su estatura llegaba hasta la altura de mi hombro. Suspire de tranquilidad al ver que solo se trataba de una niña, pero luego se hizo la duda.

¿Cómo entro esa niña a la casa si esta todo cerrado?

—Oye tu niña, ¿Cómo entraste aquí? —pregunte con firmeza.

Una leve risilla fue la respuesta que recibí, su risa sonaba infantil e inocente, pero era extraña, ya que se sentía hueca, vacía…sin vida, además llegue a notar que sacudió la cabeza de forma muy extraña al momento de reírse:

—Tú tienes mi muñeca, juguemos con ella —me dijo la misteriosa niña.
—¿Tu muñeca? —dije sintiendo el juguete entre mis manos—. Ah, claro, con que es tu muñeca.
—¿Quieres jugar? —repitió la niña.
—Ya, está bien, ok —dije en tono seguro—. ¿Qué quieres ju…?

No termine la frase ya que un poco de luz de luna se filtró por la ventana de la sala permitiéndome ver la apariencia de la niña. Su cabello era oscuro y desordenado, su piel a simple vista era seca y de un sucio color gris, su vestido era blanco con tonalidades rojas, sus ojos con las que me miraba eran de un color rojo brillante, y su sonrisa la que creía era inocente, era en realidad una maniática y sádica sonrisa mostrando una horrenda hilera  de afilados y monstruosos colmillos que brillaban como si de plata se tratasen.
Caí al suelo de espaldas, presa del miedo, tratando de alejarme del maligno ser frente a mí. Recordé  que aún tenía la muñeca en mis manos, voltee a verla y por la luz de luna vi que la muñeca estaba en deplorables condiciones, dándole un aspecto tétrico, traía un vestidito negro y sus ojos brillaban de un color amarillo sobrenatural pareciendo que podía ver a través de mí. Inmediatamente solté la muñeca:

—¿Aun quieres jugar conmigo? —dijo el terrorífico monstruo aun con voz aniñada.
—¿Y conmigo?...¿Conmigo quieres jugar?...juega conmigo…también conmigo…juega con nosotros —decían voces inocentes que provenían de siluetas a mi alrededor, siluetas de niños y niñas con el brillo sobrenatural de la sangre en sus ojos, estaba tan asustado que no podía ni hablar.
—Vamos Daniel —dijo la monstruosa niña—. Todos quieren jugar.

Alzo una de sus manos y la muñeca que yo había arrojado anteriormente, levito hasta llegar a sus brazos. Empezó a acercarse a mí mientras me quedaba petrificado del miedo.

Ella se agacho colocando de forma sentada a su muñeca mirando hacia mí, sintiendo su penetrante mirada sobre mi otra vez, luego volvió a erguirse mirándome con su sádica sonrisa:

—Es hora de jugar —me dijo aun con voz de niña, los dedos de sus manos se transformaron en largas y afiladas garras—. Y quiero jugar…con tu sangre.

Ella se abalanzo contra mi mordiendo fuertemente mi cuello y arrancando parte de este haciendo que la sangre brotara a montones. Uso sus garras para lanzar fuertes zarpazos contra mi estómago desgarrándolo poco a poco prolongando mi dolor mientras escuchaba la divertida y aniñada risa del infantil demonio delante de mí. Las sombras que nos rodeaban se deleitaban con mi sangre y las vísceras que eran regadas por toda la sala al compás de mis gritos de dolor y agonía rogando desesperadamente por la anhelada muerte. Poco a poco todo se fue oscureciendo, la vida abandonaba mi cuerpo lentamente, mi voz que aullaba interpretando la melodía de mi sufrimiento se iba apagando hasta que finalmente…solo vi oscuridad…

Mis ojos se abrieron de golpe, notando inmediatamente que me encontraba en el sofá, me lleve una mano a la garganta notando que estaba intacta, luego al resto de mi cuerpo con el mismo resultado. Lentamente me levante del sillón viendo el resto de la casa en orden, luego de un momento, sonreí, solo fue una pesadilla.

De pronto la puerta de la casa se abrió y entro mi hermanita saltando de felicidad, una adorable niña de nueve años, de pelo rubio corto y ojos azules brillantes, vestía una tierna faldita de color azul marino y una camiseta blanca de manga corta. Realmente me tomo por sorpresa, no sabía que iba a venir…o si iba a poder llegar a mi casa:

—¡Hola Daniel! ¿Ves? ¡Si pude llegar como me lo pediste! ¡Y mira! —me enseño un conejo de peluche color morado—. Se llama orejón, ¿no es lindo? —me dijo Sara abrazando al muñeco dulcemente.
—…Es bonito Sara —le dije sonriendo fríamente—. Viendo que pudiste llegar… —me arrodille para estar a su altura y le susurre al oído—. ¿Quieres jugar conmigo?
—¡Claro que si hermano! —me dijo Sara con felicidad.
—Entonces vamos —le dije mientras me levantaba y señalaba una habitación cuyo interior era oscuro—. Ahí podemos jugar.
—¿En serio quieres jugar conmigo Daniel? —me dijo Sara tomando mi mano mientras caminábamos hacia la habitación que señale antes.
—Claro que quiero jugar, Sara —le dije sacando una afilada navaja de mi bolsillo sin que ella lo notara, antes de entrar a la oscura habitación…

Todos quieren jugar…


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